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Las memorias personales que presentamos a continuación nos ofrecen un paisaje simbólico muy variado e intenso, pero -sin lugar a duda- en él caben todas las acepciones de la palabra resiliencia. Esto es así, tanto si analizamos las historias tomando en cuenta al individuo como si abordamos el análisis desde las complejas relaciones de la familia o de la comunidad.  Tanto si apostamos por desmenuzar la enredadera tejida entre los roles de género, el desamparo y el riesgo que corre nuestra infancia de acabar odiándose a sí misma: 

“¿Por qué tenemos que ser haitianos?”, pág. 49

“No te podemos dar un acta para fines de cédula porque tus padres son haitianos”. Salí llorando de la Oficialía -con odio y rencor hacia mi madre- porque, en el momento, yo entendía que lo que me pasaba era culpa de ella…”, pág. 36

Sí, con mi madre era feliz, todo era bien: “Tú sabes, tu mamá está contigo mi hija, yo te apoyo”, me decía. A pesar de que nos dejó sin documentos, siempre estaba para mí. pág. 40