Día Internacional de Prevención del Embarazo en Adolescentes:
Tres historias de jóvenes que a pesar de las dificultades que les representó la maternidad y paternidad con menos de 18 años sin planificarlo, pudieron salir adelante gracias al apoyo de sus familias y a su determinación por continuar sus estudios.
UNFPA República Dominicana (Voces para el desarrollo sostenible)
Santo Domingo.- Katherine, Mónica y Alberto son los seudónimos que utilizamos para contar en anonimato las historias de tres jóvenes a quienes la mayoría de edad les llegó concluyendo sus estudios de bachillerato y en el proceso de convertirse en madres y padre, respectivamente; aunque residían en sectores muy distintos y alejados entre sí, sus recuerdos acerca del momento en que recibieron la noticia del embarazo hacen que sus historias se asemejen.
Contar con el apoyo de sus familias marcó la diferencia entre estas tres historias de vida y otras miles de adolescentes que se convierten en madres y padres en contextos difíciles y vulnerables.
El estudio titulado El embarazo en adolescentes en la República Dominicana, sobre los datos de la Encuesta Demográfica y de Salud 2007 y 2013, estableció que el mayor porcentaje de madres adolescentes embarazadas por primera vez corresponde a la edad de 17 años y precisó la tendencia de que los embarazos en adolescentes son más frecuentes mientras menor es el grado de escolaridad.
Según datos de la investigación Tendencias, patrones y determinantes de la fecundidad adolescente en la República Dominicana, publicada por la Oficina Nacional de Estadística (ONE) y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA, por sus siglas en inglés), América Latina es la región del mundo donde el porcentaje de nacimientos de madres adolescentes (entre el total de nacimientos) alcanza sus mayores niveles; y dentro de América Latina, la República Dominicana sobrepasa este porcentaje con una cifra que es virtualmente récord mundial: el 22.3 % de los nacimientos entre el 2010-2015 fueron de madres entre los 15 y 19 años.
Yo lloraba y le decía ahora qué vamos hacer
La noticia del embarazo de Mónica llegó cuando ella cursaba el cuarto curso de bachillerato y le faltaba un mes para cumplir los 18 años. Era una chica tímida que visitaba la iglesia, jugadora de voleibol con posibilidades de participar en juegos internacionales y cargaba con una mochila de sueños y metas por conseguir.
«Sentí que mi mundo se vino abajo, fueron muchas dudas, preocupaciones y vergüenza; tanto por mi familia como por amigos/as y dirigentes de voleibol», recuerda.
Para entonces, había un equipo internacional interesado en su talento como atleta, pero su novio, cinco años mayor que ella, tenía planes con ella muy distintos a sus expectativas.
«Mi madre estaba desplomada, decepcionada, nunca pensó que eso me sucedería y mi padre, al igual que algunos familiares; la situación fue un tanto difícil al principio», señala.
El momento en el cual esperaba los resultados de la prueba de embarazo fue de inquietud. Ella esperaba que saliera negativa y su novio que fuera positiva.
Ese día, Mónica recuerda que su expareja y padre de su bebé pidió un permiso en el trabajo y fue a buscarla a un juego de voleibol.
«Al darme cuenta que salió positiva no sabía qué haría, cómo me iba a enfrentar a mis madre y padre, qué iban a pensar de mí en la iglesia, mis compañeras de estudios. Yo lloraba y le decía “¿ahora qué vamos a hacer?”», expresa recordando su angustia.
Terminó el año escolar en el programa Prepara, los domingos; su novio le costeaba los estudios y necesidades personales y se fueron a vivir a San Pedro de Macorís, donde él trabajaba.
Su madre y su padre no estaban conformes con la decisión de que se fueran tan lejos de San Cristóbal. Su madre le llamaba todos los días llorando y luego viajaba todos los fines de semana. Ella se alejó un poco de sus amistades del colegio durante el tiempo que vivió en San Pedro, hasta después de la muerte de su abuelo, momento en el que volvió a la casa materna y comenzó a tener comunicación nuevamente con algunas de sus compañeras.
No a todo el mundo le va igual
Katherine, oriunda de Villa Altagracia, tenía 17 años cuando salió embarazada; con su padre fallecido y su madre residiendo en España, se enfrentó a la dura noticia estando en trámites migratorios para irse a vivir a Venezuela, donde nacieron sus gemelos. Su pareja tenía 20 años.
Al enterarse de la noticia, a la preocupación por los cambios que pudiera sufrir su vida se sumaban las críticas de las personas a su alrededor y de sus familiares. Para ella, contar con el apoyo de su madre y sus hermanos fue vital para lograr salir adelante.
Los gemelos han sido una motivación para Katherine superarse. En la actualidad, con 26 años, es odontóloga y emprendedora. Como resultado de su entereza y de la madurez adquirida, en la actualidad es propietaria de su propia clínica odontológica y cría como madre soltera a sus hijos.
Al igual que Mónica, Katherine no ha tenido otro embarazo y ha dedicado su tiempo a su crecimiento personal y al cuidado de su hija.
Debemos prepararnos mejor
Alberto es un joven de 20 años, nacido y criado en Santiago de los Caballeros. Se convirtió en padre adolescente a los 17 años. Su bebé nació cuando cumplió los 18, y su pareja y madre de la niña aún tenía 16. Afirma que por suerte ya había concluido la escuela, por lo que pudo conseguir trabajo.
La noticia del embarazo le dejó impactado, pero asegura que el apoyo de su familia le aligeró la carga.
«Me impulsó a echar para adelante y me fui desempeñando y en vez de tomar decisiones desesperadas, fui buscando cada vez mejoría hasta llegar ahora a ganar alrededor de 40,000 pesos al mes», afirma.
Alberto cuenta con el apoyo de su madre y su padre, quienes en la actualidad le permiten vivir junto a su pareja y la primogénita de ambos en la casa familiar.
Para Alberto es motivo de orgullo que hasta el momento, a su hija de dos años no le ha faltado nada; y describe que la criatura ya asiste a un colegio y tiene niñera para los fines de semana, en tanto que su madre, la abuela de la bebé, le cuida en la semana, hasta que él y su compañera regresan del trabajo.
Los nacimientos atribuidos a padres menores de 20 años son menos del 5%, según el estudio Tendencias, patrones y determinantes de la fecundidad adolescente en la República Dominicana. Alberto está incluido en ese escaso porcentaje que asume la paternidad y la responsabilidad de declarar y criar.
Contexto desfavorable
A nivel mundial, las complicaciones durante embarazo y parto son la segunda causa de muerte entre las jóvenes de 15 a 19 años, mientras que en República Dominicana quedar embarazada es la razón principal para no asistir a la escuela entre adolescentes de 15 a 19 años. Por otro lado, más de la mitad de las madres adolescentes se dedica a los quehaceres del hogar, además de que experimentan más casos de violencia física, sexual o emocional por parte de su marido o compañero que otros grupos de edad.
Apoyo familiar y corresponsabilidad
Las tres historias que protagonizan Katherine, Mónica y Alberto demuestran que a pesar de las dificultades que les representó la maternidad y paternidad con menos de 18 años, sin haberlo deseado, les fue posible salir adelante, gracias al apoyo de sus familias y a su apuesta de continuar sus estudios.
A esta fórmula se suma la importancia de la corresponsabilidad de cada adolescente en el proceso de embarazo y en la ruta posterior que les permita dar continuidad a su plan de vida, como mecanismo de acercarles a su desarrollo y al de su descendencia.
Según el Estado de la Población Mundial 2019, publicado por el UNFPA globalmente, en República Dominicana la tasa de fecundidad en adolescentes por cada 1000 mujeres de 15 a 19 años es de 90, duplica el promedio mundial, de 44, y supera significativamente el promedio regional para América Latina y el Caribe, de 62.