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La violencia en el mundo digital es real. También es inaceptable y hay que darle fin.

El mundo digital puede parecer seguro para las mujeres y las niñas. ¿Qué puede pasarles en casa, en la escuela o en la oficina, simplemente sentadas frente a una computadora? 

Pues resulta que muchas cosas. La violencia digital se ha extendido de forma devastadora. Es implacable, se suele ejercer de forma anónima y no tiene fronteras. Según algunas estimaciones, el 85% de las mujeres han sufrido violencia digital o han sido testigos de ella. Como ocurre con otras formas de violencia, las supervivientes pueden presentar desasosiego, depresión o pensamientos suicidas.

La violencia digital adopta muchas formas. Los agresores pueden amenazar y acosar a mujeres en línea. Pueden, sin su consentimiento, añadir fotos de rostros de mujeres y niñas a cuerpos sexualizándolos y difundirlas ampliamente en las redes sociales durante años. Las mujeres que desempeñan un cargo público —ya sean políticas, periodistas o defensoras de los derechos de las mujeres— son también víctimas de feroces campañas en línea de incitación al odio e insultos. 

Sabemos que la violencia digital es una realidad muy extendida, pero aún no sabemos lo suficiente sobre ella. Para detenerla, es necesario conocer aún más para definirla y medirla. Tenemos que entender mejor las formas que adopta, su impacto y lo que funciona para hacerle frente y prevenirla.  

Independientemente de dónde se produzca la violencia contra las mujeres y las niñas, estamos hablando de una violación de los derechos humanos. Cada año, el 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer —y las niñas—, y a través de la campaña del Secretario General de las Naciones Unidas ÚNETE de aquí al 2030 para poner fin a la violencia contra las mujeres, el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) se posiciona contra todas las formas de violencia. Este año hacemos un llamamiento a personas de todo el mundo para poner fin a la violencia en el mundo digital. 

En un mundo cada vez más digital, los riesgos son demasiado grandes si no hacemos nada al respecto, más allá de los riesgos evidentes para la salud mental y la seguridad física, la violencia digital está llevando a las mujeres a desconectarse como única forma de escapar de dicha violencia. Cuando las niñas deben interrumpir su educación o cuando hay parlamentarias electas que no pueden desempeñar sus funciones al ser el blanco de múltiples ataques en línea, se están violando sus derechos. Ello supone, además, que todos tengamos que prescindir de sus capacidades y de su liderazgo en nuestras sociedades.

Por estas razones, el UNFPA está invitando a los gobiernos y a las empresas tecnológicas para que lideren el proceso de eliminación de la violencia digital. Hacemos un llamamiento a los legisladores, los periodistas, la sociedad civil y las personas influyentes para que hablen claro y actúen. Un hecho simple, pero devastador, es que las mujeres del mundo tienen hoy en día menos medios para protegerse a sí mismas en línea que la propiedad intelectual protegida con derechos de autor. La violación de los derechos de autor puede dar lugar a una retirada inmediata del material correspondiente y derivar en sanciones penales y civiles. Las mujeres y las niñas que se enfrentan a la difusión no consentida de sus imágenes deberían gozar de una protección mucho mayor.  

La violencia digital trasciende fronteras y marcos normativos. Para ponerle fin, será necesario adoptar una nueva mentalidad y nuevas formas de colaboración entre autoridades reguladoras, empresas tecnológicas, activistas digitales y defensores de los derechos de las mujeres. Asimismo, es preciso prestar una especial atención a los jóvenes, cuya rápida adopción de la tecnología los expone a mayores riesgos. Es necesario aportarles la información y los medios necesarios para que se protejan plenamente, especialmente a las jóvenes.

El número de personas, servicios y actividades en línea es cada vez mayor, lo que significa que hay más mujeres y niñas que sufren violencia. Debemos reconocer la magnitud de esta crisis y no podemos retrasar la acción ni un día más. El derecho a vivir sin violencia se aplica en todas partes y no desaparece con la conexión a Internet. Lo virtual es real y debe ser seguro.